Historia de Michoacán

El territorio Michoacano estuvo habitado por los purépechas, que se desarrollaron como una cultura dominante e impusieron su hegemonía económica, religiosa, militar y cultural a las demás etnias que también habitaban la región, como los nahuas, otomíes, matlatzincas o pirindas y tecos. En la región, se hablaba además del idioma purépecha, las lenguas coacomeca, xilotlazinca, colimote, pirinda, mazahua, sayulteco, náhuatl y teca.
Uno de los pocos hallazgos en Michoacán sobre el hombre antiguo han sido huellas encontradas en el Infiernillo (Tierra Caliente), dejadas por el hombre en transición del nomadismo al sedentarismo.
Otro de los hallazgos importantes han sido los encontrados en El Opeño, un yacimiento de tumbas de tiro de alrededor de 3500 años de antigüedad.
Las zonas arqueológicas que se han encontrado en el estado, y que han ayudado a esclarecer la historia del nacimiento y desarrollo de las etnias que dieron inicio y esencia a la configuración cultural de Michoacán, datan del período formativo o preclásico (1500 a. C. a 200 a. C.), del clásico (200 a. C. a 800) y postclásico (800 a 1000), entre cuyos lugares destacan: el Curutarán, la Villita, Tepalcatepec, Apatzingán, Zinapécuaro, Coalcomán, San Felipe de los Alzati, Tzintzuntzan, Tingambato, Pátzcuaro, Zacapu, Uruapan, Tzitzio, etcétera.Cultura purépecha
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El pueblo purépecha llegó desde el norte a tierras michoacanas durante diferentes migraciones a partir del siglo IX. De acuerdo con la Relación de Michoacán, partieron de las siete cuevas dirigidos por el chichimeca Hireti Ticátame, quien los estableció en una montaña cercana a Zacapu o a Naranxan. Se fueron trasladando durante dos siglos por el estado hasta que sentaron su capital a las orillas del lago, en Pátzcuaro, donde creían que era la puerta del cielo.

Rendían culto al fuego, siendo su divinidad principal, "el gran quemador" Curicaueri, al cual se le ofrecía leña a modo de ofrenda. En general, sus dioses se clasificaban en cinco grupos: celestiales, cardinales, infernales, primogénitos y locales. Su señor era el cazonci, quien se valía de cuatro jefes militares, por las cuatro provincias del imperio; estos eran adoptados por caciques. En el siglo XIV el irecha o canzonci Tariácuri, sometió a los distintos grupos en nombre del dios Curicaueri, y logró consolidar la situación política, social y religiosa del imperio.Después de inmolar a dos de sus hijos repartió su imperio a tres de sus sucesores:
Hiquíngare: Su hijo, a quien nombró señor de Pátzcuaro;
Hiripan: Su sobrino, a quien designó señor de Hiuatzio (Ihuatzio);
Tangáxoan: Otro de sus sobrinos, a quien asignó como señor de Tzintzuntzan.
Posteriormente, por mandato de Taríacuri edificaron un adoratorio y comenzaron una guerra florida para obtener prisioneros que se sacrificarían para consagrarlo; realizado esto, se dispusieron a conquistar. Durante su tercera campaña, contra los pueblos nahuas del sur, falleció el cazonci.
En la mitad del siglo XV el imperio quedó bajó el poder del señor de Tzintzuntzan, Tzitzispandácuare, hijo de Tangáxoan; los principales motivos de esto son la orden de Hiquíngare de matar a sus descendientes «por ser malos, emborracharse y matar a la gente» y por la poca resistencia que Ticátame, sucesor de Hiripan, tuvo a los designios de Tzitzipandácuare, de llevarse a Curicaueri (una piedra, representación del dios mismo) a su capital, en parte por un mal presagio que declaraba la furia de los hermanos de Curicaueri al supuestamente ya no llevarse leña a los templos de Hiuatzio. Este cazonci es reconocido por derrotar a los mexicas, al mando de Axayácatl, después de la destrucción de Taximaroa. Le sucedió su hijo Zuangua, quien impulsó la agricultura, las artesanías, la religión y las conquistas.